miércoles, 16 de abril de 2008

Carta de García Ferrer

Carta desde Tucumán

Leo en la página 246: “…Durante años, como miembro de la organización Montoneros había sido un militante más. “Vuelvo a ser Rodolfo Walsh”, decía ahora. Si somos agudos en la lectura ese ahora, pone una línea divisoria con aquel: durante años...” Las palabras, recogidas por Enrique Arrosagaray, son de Lilia Ferreyra, viuda de Walsh y hacen referencia al distanciamiento crítico de Montoneros, hacia finales de 1976, meses antes de que el escritor fuera asesinado por la Junta Militar argentina.

Lo que recuperé desde entonces fue el gusto por el viaje a ras de la tierra. En la mañana me despierto en Santiago del Estero, con “Rodolfo Walsh, de dramaturgo a guerrillero”, entre mis manos. Por las ventanillas del autobús todo es horizonte: el borde desértico noroccidental de una planicie que se extiende por centenares de kilómetros hasta las faldas de las sierras subandinas. En algún lugar, no muy lejano, debió producirse aquel encuentro entre el caudillo santiagüeño Juan Felipe Ibarra y el enviado del gobierno central de Buenos Aires que Arturo Jauretche, escritor, pensador y político argentino describiera con la ironía y lucidez que caracterizó su obra y con las que edificó su vida. Un caluroso día de verano, en la primera mitad del siglo XIX, bajo un sol impiadoso y el aire quieto que desdibuja los contornos, el delegado de Buenos Aires que acababa de descender de la diligencia, ataviado con levita y pantalones de paño, camisola, galera y zapatos abotinados, siente el hálito del monte achaparrado que sube hasta los cuarenta y cinco grados a la sombra y que se le cuela en todos los resquicios de su cuerpo, le inunda la nariz, garganta y bronquios mientras se esfuerza en cuidar su compostura. En frente, después de la caminata, tiene al caudillo santiagüeño con el torso desnudo, bombachas arremangadas, descalzo, sudoroso, recostado sobre su hamaca bajo la sombra de la galería del rancho. Mezquino con sus movimientos para eludir la temperatura ascendente de su cuerpo, el caudillo observa inmóvil la aproximación del visitante. El delegado, marcial, sufriente, dispuesto a enseñar compostura en ese desierto ardiente. Sus miradas se cruzan y una expresión certera se asienta en ambos como tácita exclamación compartida e inversa de su percepción de la vida: “¡Qué bárbaro!”.

Al entrar en Tucumán, con un fondo de montañas empañadas por la contaminación y la tierra de la estación seca, sigo enfrascado en Walsh. Pienso en los generales del “proceso” que, repitiendo una ceremonia que los proyectará a la eternidad en un décimo círculo del infierno, no revelado por Dante, enjugan su vejez entre las puertas laterales de los juzgados y la prisión domiciliaria. También en los cómplices civiles encubiertos por los uniformes del sexenio criminal.

A diferencia de porteños y bonaerenses, los tucumanos conocen la emigración desde la primera mitad del siglo pasado. El imaginario de la provincia no concebía otro destino más promisorio que Buenos Aires, “la ciudad de los sueños”, la frontera de sus esperanzas. A partir de la dictadura del sesenta y seis el mundo comenzó a ser un destino posible –y frecuentemente imprescindible- para los argentinos de Buenos Aires y se incorporó también como un segundo destino –y doble motivo- para abandonar una provincia, que en los últimos cuarenta años sólo pareció conocer el vértigo de un descenso sin límites.

En la ciudad se advierte –por primera vez en años- ese epifenómeno de la recuperación económica que es la construcción. Mirando las nuevas estructuras, los andamios, los vallados uno puede percibir la fragilidad de estas señales como símbolo del cambio. Un gran amigo, psicoanalista, define el estado general de las instituciones políticas y, sobre todo de la Universidad Nacional de Tucumán, una gran institución que –en su momento- fue referente en la construcción social y cultural de la región, con una advertencia de Pichón Rivière, “Cuando crecen los pasillos y se achican los recintos”.

Sin embargo, hay algo en la ciudad, en los amigos, en la gente con la que converso, que flota en el aire -¡y que no tiene que ver con la contaminación!-. Algo que se percibe en la voluntad, la decisión, el deseo, la existencia de planes y proyectos, en la ausencia recurrente de la fatalidad, en el acorralamiento de la angustia. La emergencia de algo nuevo. Tal vez aquello a lo que se refería T.S.Kuhn cuando señalaba –refiriéndose a la estructura de las revoluciones científicas y los cambios de conceptos que las preceden- que después de fracasos notables en la resolución de problemas surge un nuevo paradigma.

Son las diez de la mañana y me dirijo hacia el “Alto de la lechuza”. Asistiré a LETRARTE, un encuentro de escritores, ensayistas y poetas en donde debo encontrarme con Manuel Andujar directivo de la Universidad de Tucumán. Me acechan dos incertidumbres. Una es casi una banalidad: recuerdo el sitio al que me dirijo como centro de la vida bohemia, folklórica y sobre todo nocturna. Allí frente a una estación de trenes – los puertos de las ciudades mediterráneas- muy cerca de uno de los prostíbulos más célebres de la ciudad, la vida maduraba en la madrugada y se detenía con los amaneceres. Por eso las diez de la mañana para iniciar una actividad en aquella indestructible taberna del guitarrista y bandoneonista Segundo Aredes me parece una hora extraordinariamente tardía.

¿Tal vez algo nuevo emerge en esta sociedad? ¿Crecen los recintos fuera del ámbito de las instituciones tradicionales ? ¿Asistimos al declive de la forma de hacer política que presidió el último cuarto de siglo y llenó de pasillos las estructuras del estado? ¿La clase política permanece de espaldas a un cambio que se incuba y que hunde sus raíces en el conocimiento y la cultura? Lo que parece cierto es que ese cambio de paradigma se encuentra vinculado a lo que Ernst Bloch llama excedente cultural cuya existencia en la vida social no constituye un epifenómeno de lo material y, sin embargo, es lo que impulsa “lo real”, acompañado, en este caso, por el crecimiento de la economía y la “acumulación de superávit en la hacienda pública”.

Desde el improvisado estrado en el rincón sureste del salón Carlos Levy se dirige a una concurrencia de más de cincuenta personas “...soy judío hasta los huesos- señala- no soy israelí -subraya, mientras mira las paredes del salón que aún conserva los olores tibios de la noche- esta es mi tierra prometida, la de mi padre y la de mi abuelo que llegaron a Tucumán desde Rusia a principios del siglo pasado.”
Y a continuación lee la primera estrofa del “Martín Fierro” de José Hernández que acaba de traducir al djudeo-espanyol (ladino-sefardí):

Aki me meto a kantar yo
al tanyer de la gitara,
kualo al ombre ke lo apanya
un penseiro ingrandesido,
bilbiliko solitario
kon el dizir se konsola

Cuando cede la tarima, con un abrazo, a la poetisa Amira Juri, que ha regresado recientemente de Líbano de visitar a sus familiares, no puedo evitar un relámpago de emoción que brota de un orgullo lejano.

Aquí -me susurra Andujar, que se ha sentado a mi lado y opera como el baqueano que reconduce mi memoria- Segundo Aredes le preguntó a Atahualpa Yupanqui “-¿Qué hora es?-”
Era una de esas noches en las que acorralaban la oscuridad con versos, improvisaciones, rasgueos y contrapuntos. En el filo de esa madrugada de invierno en la que el sol acariciaba la montaña despidiendo a la noche, nació esa zamba que algunos cantan en francés y otros la dicen en inglés.
Atahualpa, miró la montaña y le contestó
“-Vine clareando-”.



Alberto García Ferrer
Octubre de 2006

martes, 4 de marzo de 2008

Discurso del escritor Norberto Barleand en la inauguración de LETRARTE 2006

Con orgullo y alegría inauguramos hoy LETRARTE 2006 III Encuentro Internacional de Escritores. Rostros llegados desde distintos lugares cruzando ríos, montes, ciudades, atravesando caminos y silencios para llegar a este bello lugar, Jardín de la Republica- Tucumán, con el placer de vernos, honrar la palabra, crecerla y difundirla, sostenerla en plenitud. No partimos de cero, no comenzamos hoy, no somos ni pretendemos ser fundantes ni de los encuentros literarios, círculos, congresos de literatura o de la multiplicidad de actividades que se desarrollan a lo largo y ancho del país. Solo pretendemos sumar esfuerzo, humildad y fundamentalmente trabajo. Articular mecanismos que consagren al escritor como actor cultural, preservar su identidad y jerarquizar su labor. Recogemos la tradición de otras jornadas, de tantos encuentros y el legado de LETRARTE ´98 que en aquel momento convocó más de 500 escritores en este mismo territorio, fortaleciendo el intercambio, el debate, la lectura, las ponencias y por supuesto las conclusiones, leo la 5 y 6: *revitalizar el valor de la poesía, como actitud y presencia, considerando la posibilidad de que sea desarrollada por creadores en los diversos ámbitos educativos. *propiciar la continuidad del Encuentro para recobrar su sentido y vigencia y que estas conclusiones sean la base de la próxima convocatoria, utilizando todos los frentes de acción desde la participación consensuada, que lleven a la concreción lo planteado en este Congreso. Este es el legado o parte del mismo que venimos a retomar en estos días, continuar con esas formulaciones, generar nuevas, recrear en este marco una fuerza capaz de amalgamar junto a otras fuerzas una línea de acción que permita disputar espacios a las grandes industrias editoriales que como otras tantas referencias se han apropiado de nuestro universo cultural vaciando sus contenidos, el sentido de unidad americanista, de autonomía, y en franca connivencia con grupos locales penetrando sus raíces en un sucio proceso de adecuación a la tan mentada globalización, excusa a la que sumaron sus voces los vientos modernistas de la inescrupulosidad y el oportunismo. Intentando mimetizar lenguaje, símbolos, orígenes avanzando sutil y hasta desembozadamente en la tarea de reducir a mínimos porcentajes los regionalismos, la diversidad, el pluralismo, socavando los fundamentos mismos de su existencia en cada región, país, provincia o barrio. Por eso habrá en este Encuentro y en otros tantos, una actitud amplia y participativa, no de queja, sí de apertura y acción. ¿Cómo se ha de construir ciudadanía o país si no nos reconocemos en Esteban Agüero, Juan Filloy, Juan L Ortiz, Manuel J Castilla, José Pedroni, Luis Franco, Dávalos, Manzi, Discépolo, Tejada Gómez, del padre Atahualpa, que universalizó la Luna de Tafí, otorgándole dimensión de mundo ?. A las letras y fundamentalmente a la poesía se llega desde una concepción humanista de la vida. Los ensayos que envilecieron el corazón y la mente sosteniendo los intereses más retrógrados serán arrojados al basural de la historia literaria, ellos se contraponen con las ideas de aquellos cuyas plumas fueron espadas en las luchas por la libertad, la justicia, la paz, en fin, la lucha por la dignidad del hombre, aunque fueran perseguidos o asesinados, porque han sido inmortalizados por sus versos, en los que jamás se apagará el fuego y el canto del futuro. Será tarea nuestra, de este y otros Encuentros, preservar los nombres, los títulos, la obra, y oponer, a los intentos de una crítica oblicua tendiente a desalojarlos de los ámbitos de los cuales nunca debieron salir y en muchos de los cuales nunca tuvieron un espacio, decimos escuelas, bibliotecas populares, bibliotecas municipales, librerías, etc. Deben participar de la pluralidad y de las diferentes variantes literarias junto a Borges, Cortazar, Girondo, Arlt y por supuesto de una lista que quizá alarguen muchos de los aquí presentes. Sin ellos, sin nosotros empujando, partícipes de una generación generadora de uno de los procesos culturales del siglo XX mas trascendentes por la magnitud de lo creativo, por la calidad de las propuestas, por la naturaleza y el protagonismo irradiado de manera fecunda a una sociedad ávida de cambios en esos tiempos. Por eso Letrarte 2006, nuestra labor desinteresada dedicada a promover la participación alejada del individualismo y toda forma de confrontación que fracture o disperse. Lejos de las Grandes Industrias Editoriales, pero cerca del corazón y de la gente, con las alas de la libertad que solo otorga la no pertenencia a ningún círculo de poder. Mucho mejor estaría el mundo si tuviera menos marketing y mas poesía. No es cierto que todo se comercializa. De ninguna manera. Existen valores que se universalizan por su contenido. ¿En qué Shopping se puede adquirir la honradez o la dignidad? ¿En que ventanilla se vende el deseo, la pasión, el desencanto? Son temas inherentes al hombre y solo él puede hacerlos crecer y transformarlos mientras se puedan levantar banderas erguidas de ilusiones. Por la tenue caricia de la noche, en la oscuridad del sol en pleno día, por andariveles del misterio y las hendijas de luz iluminando el rostro y la mirada, cuando nos convoquen para gestar nuevas utopías, allí estaremos, siempre ¡siempre junto a la actividad literaria y en defensa del Patrimonio Cultural de la Nación! LETRARTE 2006.
¡Éxito!
Norberto Barleand

lunes, 3 de marzo de 2008

Acerca de la Poesía Erótica

Hacer poesía, es sustentar un espacio de libertad expresiva, en el cual se revelan, el amor, la pasión y todas las emociones y preocupaciones que su impronta requiere.-
Pero, al referirme a la poesía erótica, en la sociedad que nos toca vivir, tal calificativo se complejiza por la variedad de interpretaciones erróneas que, a veces, se dan, de una temática que, debiera ser , a ultranza, un vínculo de luz en el que se interactúa. Esto, por el rol que le cabe, en su protagonismo.-
En su dimensión interior, el erotismo conlleva el riesgo de la exacerbación en una relación de pareja. En su dinámica, por el interjuego que lo contiene, muchas son las facetas en las que un escritor puede explayarse .Jerarquizando el término, logra transformar, los momentos vividos:; Desde el impacto de vitalidad creciente a riqueza expresiva, en el flujo poético, dotando, de una fascinación adicional ,al lenguaje ,y una energía que lo retrotrae, a la pureza de una relación que , alguna vez, sacudió al ser íntegramente, en cuerpo y espíritu, alimentando la memoria.
En esa atmósfera, recreada en poesía, posibilita la comunicación fluida, desde la subjetividad a la palabra escrita. Aprehende experiencias y le dá forma en el lirismo. Es fuerza evocadora. Un proceso que incide para referirla. A través de la emoción, la absorbe y la abarca. Toda sensación antecede a otra y la palabra poética, en este caso, es la sostenedora de tales situaciones.-
Hoy presento “Sedas Nocturnas” de Etherline Mikeska, quien, con un lenguaje sencillo, rico en imágenes, va desgranando su mundo intimista en poesías intensas, donde, amor y olvido, en singular paradoja, nos conmueven. Soledad, amor, pasión y la memoria, cabalgando por los paisajes vitales que la sostienen. Así, el erotismo insurge victorioso en la poesía de Etherline. Soslaya la erosión de sus propia peligrosidad, transformada por la vigencia de su naturaleza, cautiva en la anchura de la palabra poética y justificada por la alquimia que indaga y celebra, espíritu y carne , en una unidad que la trasciende.-

Nelly Elías de Benavente - Tucumán - Argentina

viernes, 11 de enero de 2008

ACERCA DE LAS LECTURAS ARTÍSTICAS Y SU INFLUENCIA EN LA OBRA DE UN ESCRITOR (*)

Si partimos de lecturas artísticas como lectura de obras de arte literario, estaríamos hablando de leer el discurso de la escritura producto de la imaginación, es decir: LITERATURA Parece trivial afirmar que todo escritor es un voraz lector y que de sedimentos de esas lecturas, así como de “raspaduras de su propia existencia” como dice Yourcenar, se nutrirá su producción, ya que el lector antecede al escritor, o más bien, el escritor se va construyendo desde y con el lector, y con la vida, como para reforzar lo que dice Borges cuando expresa que todos estamos escribiendo siempre el mismo, unívoco, infinito libro.Si me remito al caso que mejor conozco, el mío propio, puedo decir que todo consiste en contar historias, y que los sedimentos de antiguas lecturas, aparecen como aires fugaces en las historias contadas, de modo tal, que Uno, y sobre todo el Otro, no hace más que buscar las “influencias” en tal o cual párrafo, recurso, clima y hasta en la forma del relato producido.El género dramático no escapa a esta hipótesis, dado que no deja de ser más que otro modo de contar, modo enriquecido por la corporización de los personajes en un espacio escénico que convierte al texto en un “hecho teatral”.El dramaturgo, sin embargo, no se ha nutrido desde sus comienzos como lector con textos dramáticos, ya que el acceso a este género demanda un recorrido que pareciera tener un origen en “ser teatrista” primero, para después devenir en autor de textos dramáticos. Ahora bien, este “ser teatrista”, antes, ha sido un lector de historias, de poesía, que es a mi subjetiva opinión el acceso más alto a la lectura, y posteriormente, de textos dramáticos en su formación teatral o en su acercamiento al mundo del teatro o en su formación académica si se dedica al estudio de las letras. Vuelvo al caso más conocido y puedo verme leyendo historias “desde mis más verdes años”, novelas no siempre adecuadas a mi edad, como se ha recomendado siempre y con lo que no acuerdo, ya que cualquier obra literaria deja un rastro en el lector, lo conmociona en algún lugar aunque tenga que saltarse páginas que no entienda del todo por estar, tal vez como dicen los entendidos, leyendo un texto “ no adecuado para su edad”, pero que , no obstante, al final de la experiencia de la lectura de la obra, siente que ha sido transitado porvivencias de personajes con los que se ha identificado en mayor o menor medida, siente que ha viajado por paisajes desconocidos, siente que quiere tener más información sobre tal o cual tema, época o lugar, siente que ha participado de la aventura del ahondamiento en el alma humana…¿A qué más?Así digo que luego de innumerables experiencias lectoras en novela, cuento, poesía y hasta ensayo, accedí a la historia del teatro a partir de mi formación actoral en la Escuela Nacional de Arte Dramático y pude meterme de lleno en los clásicos griegos, lo que me llevó en forma simultánea al estudio de los mitos sobre los cuales se basa el Drama Griego. Detengámonos un momento en lo que afirma Enrique Anderson Imbert en el prólogo de su riquísima obra LOS PRIMEROS CUENTOS DEL MUNDO, Editorial Marymar, Buenos Aires, 1977, primera edición: (CITO) “Los antiguos no tuvieron términos fijos para sus narraciones. En Grecia, pongamos por caso, las llamaban “logos”, “mitos”, “apólogos”, “drama”, “aínos”, “diéresis” o “plasma” (en castellano, hoy, decimos “cuento”, pero desde la Edad Media veníamos vacilando entre los términos “ejemplo”, “fábula”, “apólogo”, “proverbio”, “castigo”, “hazaña”, “conseja”, “balada”, “historieta”, “leyenda”, “novela”, etc.) (…) “De una tradición transmitida de boca en boca emergió lo que arbitrariamente estoy llamando “cuento”: o sea, breves unidades de acción contadas por un narrador. Durante algún tiempo esta materia narrativa, aunque escrita, mantuvo sus características orales. Los poemas épicos de Homero, pongamos por caso, revelan las fórmulas de un cantor que está recordando e improvisando su canción - es decir recreándola - ante un público vivo” (…) “¿Es una irreverencia tratar los mitos como si fueran cuentos? Cuestión de fe. Unos creyeron que las acciones de dioses, semidioses y héroes divinizados simbolizaban fuerzas cósmicas y que esos símbolos, metafísicos y eternos, explicaban los remotos orígenes de las cosas inmediatas; otros descreyeron de esas explicaciones y las consideraron como ocurrencias imaginativas” (…) ”Mi actitud es la de un lector de cuentos, y al leer mitos me figuro – arbitrariamente, lo sé – que quienes los escribieron se interesaban como yo en un folklore de acontecimientos divertidos” (FIN DE LA CITA)Termino - y me excuso por la extensión de la cita – acordando con Imbert que esta actitud de un lector de historias es la que me llevó del Drama Griego con Esquilo, Sófocles, Eurípides y Aristófanes a la Comedia Isabelina, esencialmente con Shakespeare y de allí a la Triada Nórdica, básicamente con Ibsen y Strindberg y posteriormente, a los autores europeos, Chejov, Pirandello, Wittlinger, Sartre, Brecht, Lorca, americanos como Williams, y rioplatenses del tenor de Discépolo, Viale, Gorostiza, Gambaro, Schumazer, Monti, Kartún, al mismo tiempo que las otras lecturas sobre mi propia existencia y las historias de vida del Otro, en un recorrido que sin duda me fue marcando hasta llegar a mi propia producción dramática.Por ello no creo casual que mi obra teatral más conocida “La Yegua Blanca” se abra como una comedia isabelina, sostenga un personaje clásico como la Nodriza emparentada sin duda con el mismo personaje que aparece en Medea, por citar un caso, y se cierre en un final de tragedia donde el coro que han formado los vecinos, desaparezca para dejar su lugar a los espectadores que comentan a la salida de una sala provinciana, lo que acaban de presenciar. Claro que a todo esto lo puedo decir ahora, imposible detectarlo en el fragor de la batalla de la escritura, la reescritura y la puesta de la obra, fundamentalmente - y en esto creo que consiste el mérito de la pieza - por estar sustentada en un relato legendario y en el antiguo mito del Lobizón en variante femenina.¿Cuántas lecturas influenciaron este y otros textos dramáticos de mi producción?Me atrevo a decir que todas las lecturas, no solamente las del recorrido incompleto y al vuelo de la memoria que acabo de enumerar en mi formación, porque insisto con Imbert, todo proviene de la actitud de lector y – agrego de mi propia cosecha - todo deviene de la actitud de contar historias.Algunos críticos amigos sostienen que soy un dramaturgo que a veces escribe cuentos o novelas y de vez en cuando se transmuta en poeta, si bien cada faceta enriquece a las otras, aclaran. En verdad me parece un juicio interesante aunque inmerecido, porque me creo mejor un contador de historias que a veces no encuentra la lógica encausada en un género, y tal vez por esas resonancias de inconmensurables lecturas artísticas a lo largo de la vida, y de la vida misma, escribe lo que puede y como puede para sobrevivir al fuego de la creación que, por muy modestas flamas que posea, quema por salir de su impronta dionisíaca y convertirse, más o menos discretamente, en impronta apolínea.

Daniel González Rebolledo - Entre Ríos - Argentina

---------------------------------------------------------------------------------
*Nota del autor: La ponencia fue leída en el Panel de Lecturas Artísticas y se encuentra exenta de una reescritura del pasaje oral al escrito.

Representaciones del ‘yo’ en escritores del interior: novelas del desconcierto, novelas abatidas

El cuerpo y el deseo (de escritura), en tanto territorios de cruce entre el yo y los otros, entre la historia íntima y la colectiva, le disputan a los autoritarismos el espacio simbólico de la memoria
Margo Glantz
En la década de los años ‘90’ se advierte todavía la continuidad de una línea temática que resiste al olvido en tanto la memoria individual y/o colectiva protagoniza los espacios labrados por la narración. Una de las líneas, dentro del sistema literario de esta década, no interrumpe la trayectoria de la violencia como materia que define procesos históricos claves: cataclismos político-sociales endémicos y sus relaciones causa-efecto; las penurias individuales padecidas por los sujetos sociales en épocas de la dictadura: represión, miedo, silencios, exilios, muerte; absorbidas por las crisis de personalidad de los sujetos y la necesidad de nuevas búsquedas identitarias.
Las transformaciones no se producen en torno a las temáticas; los quiebres y las rupturas llegan por vías estéticas que se conjugan según intencionalidades de cada texto; de ese modo, la tarea expresiva del lenguaje acude a convenciones diversas para ficccionalizar las historias de vida y sus relaciones con lo social; o sea, las variables se dan en las elecciones que tiene cada escritor a la hora de seleccionar los modos de decir la realidad.
En esta oportunidad, me interesa observar la presencia de la memoria desde las modalidades del “yo”, sus tonos, prohibiciones y franquicias. Las novelas elegidas se enlazan en el hilo constructor de la violencia, de la muerte, del padecimiento de la historia, pero marcadas por la diferencia que implica la identificación de los escritores con determinadas escuelas estéticas. Arte y “juego” literario definen cuánto más o menos transgresoras pueden llegar a ser las narraciones, en lo que incide invariablemente el apego al rigor de las formas, el trabajo desmesurado con el lenguaje, ampuloso, exuberante y hasta lírico en ciertas prosas, a diferencia de otras manifestaciones literarias concentradas a partir de fórmulas de la cotidiana espontaneidad.
He seleccionado dos novelas aparentemente incompatibles entre sí, pero que han sido producidas en los años ’90 y han tomado el período de la última dictadura en la Argentina, entre 1976-1983. Las diferencias entre ellas están presentes en la propuesta entre lo artístico y la forma de trabajar el contexto, una, construida desde la mirada de una mujer escritora, exiliada y enferma; y la otra, desde la focalización de un periodista, con algo de intelectual, que trabaja en los medios. Estas novelas, tanto Fragmentos de siglo (1999) de Liliana Bellone, autora salteña; y Una lágrima por el cóndor (1995), del santiagueño-tucumano Dardo Nofal, politizan la literatura, sobre todo la segunda, (no es una cuestión de tomar partido sino que la desvían del camino propio de la literatura) y a la vez, casi en el borde con el ensayo, aportan reflexiones sobre el campo mismo de la literatura y del arte poético.
En ambos casos, un factor presencial ineludible es la memoria de los argentinos construida desde la captación de un pasado difuso por la multiplicidad de voces que asumen el relato y que se involucran con los hechos a través de la memoria individual con la memoria colectiva, y en las representaciones públicas y oficiales del pasado; otras narraciones abarcan la memoria exclusivamente desde un ‘yo’, desde un recuerdo muy personal que también es parte del sistema de producción social de la memoria que incluye a la memoria cívica y a la del receptor. La voz o las voces alternan desde la responsabilidad como testigo y/o como protagonista de los hechos que se refractan.
Esto tiene que ver también, con las condiciones simbólicas con las que se adecuan los textos, sus figuras retóricas, sus imágenes, su estilo, al punto tal que algunas novelas pueden instalarse en el campo de lo exclusivamente vernáculo, mezcladas con lo local tanto como espacio o como problemática histórico-social. En algunas novelas se produce el retorno de la subjetividad reforzada por la presencia directa del “yo”, o bien, la reapertura de la fuerte convocación de la representación verosímil, caso Nofal; por el contrario, en otras, caso Bellone, el absurdo, y la parodia hacen de lo narrado un espacio de tanta incertidumbre y ambigüedad que parece que estamos ante la presencia de mundos fantásticos; sin embargo en ninguno de los casos, la memoria y la historia son ausencia, dicen, cercanas al referente o simulándolo.
La memoria tiene un lugar importante, sostenerla y afirmarla, adscribirla a los cuerpos es una fórmula de sobrevivencia para el discurso de estos dos escritores; esto los acerca auque no los iguala; tampoco los iguala el uso de la 1º persona, que en Nofal se predispone al relato con una “voluntad autobiográfica” más marcada que en el de Bellone, espacio en el que el “yo” se “dilata”, a veces como una figura muy difusa, a través de los intersticios por donde penetran otras voces que suman versiones. Aquí yace una de las diferencias de la escritura.
En Fragmentos de siglo se prescinde de espacios concretos, reconocibles pues dicen el camino de un exilio que va recordando Ana desde un tiempo saturado de imágenes del recuerdo, en la lejanía del desarraigo; la realidad espacial dice y no dice del contexto de la dictadura; sin embargo la memoria reconstruye en un acto de permanente desvío. Poética de la fragmentación, muy resbaladiza. En Una lágrima por el cóndor, se ofrece un panorama contrario, una realidad con fuertes tonos localistas con un adulto que recorre los caminos del tiempo desde la niñez con los asombros y dolores propios de la vida, repasada por una cronología más ordenada aunque somete la narración a algunos pequeños quiebres temporales. De este modo las estéticas de ambas novelas se van distanciando y hasta oponiendo.
La construcción de la memoria, anclada en las marcas del ‘yo’ está hecha de retazos, como indica el título de la novela de Bellone, hecha de fragmentos propios y ajenos, a los que se suman las reflexiones sobre la labor narrativa. Quiero destacar que desde esta perspectiva, la literatura es un bricolage, en el que se ponen en contacto y dialogan, para aceptarse y/o rechazarse, la materia artístico-poética de diferentes procedencias que a través de su entramado, abordan la “intertextualidad” no sólo escrituraria sino cultural.
La memoria se recorta, se desordena para volver a ordenarse con el profundo dolor del que se va o del que no está. El personaje de Ana escribe cartas. Es una escritora y esto funciona para que le permita enclavarse en la literatura y además, atravesarla; literatura de la literatura a lo fines de definir una generación, una genealogía; una escritura que la nombra, una escritura en la que se autonombra, mientras las otras voces de los cuadernos, las cartas, los diarios íntimos, rescatan a los cuerpos del olvido:
A veces, Santinago me traía algún libro robado, que era también una bella costumbre antiburguesa e intelectual que desafiaba los principios de la propiedad privada. Vinieron así a parar a mis manos Onetti, Pavese, García Márquez, Rulfo, Sábato, Cortázar…” (51)
Luego de este desborde mío, me pregunto qué piensas tú, qué recuerdos te recorren, como ahora a mí, y te llenan de melancolía. …(79)
La melancolía es como un tono monocorde a lo largo de la novela atravesada por los recuerdos de soñadoras juventudes, después desamparadas y hoy abatidas por la historia.
La misma melancolía se advierte entre los personajes que deambulan los espacios construidos por Nofal, producto de un pesimismo de hondas huellas subjetivas. La memoria se abre aquí a través de una metáfora cruel; se gesta en la violencia, principio sostenido por la presencia félida de la figura del cóndor que se resignifica en su proyección a otros significantes culturales, propiamente latinoamericanos como fue aquel “plan sanguinario e inhumano” de las dictaduras chilena, argentina y paraguaya, entre Pinochet, Videla y Stroessner. La novela duele a través de una sumatoria de muertes que se anuncian desde la infancia del narrador y avanzan con el horror de otras muertes adultas y el dolor grabado en la lágrima; un dolor que se agiganta desde el inicio de cada capítulo, allí se condensa, luego se expande a través del deterioro de los vínculos humanos y sus relaciones con la sociedad, en tiempos históricos álgidos:
En esta furia del dolor, el viento columpia la vida hacia la noche. Ceguera del hombre, juego de Dios, sin Judas comprando ni vendiendo… (61)
Pero cada vez que en estos casos me despierto se me incendia la pura memoria y termino llorando. Se me aflojan las ganas de todo y hasta me parece que desde aquello que sucedió una noche de verano mi vida avanza nada más que en el almanaque. …(69).
La memoria, también selectiva es mucho más entrecortada en Fragmentos de siglo. El discurso no busca organizar los recuerdos, trata de entender aunque no hay construcción de certezas, aún en los conflictos individuales; en el ámbito de los sentimientos, los entrecruzamientos, encuentros y desencuentros delinean identidades no estables que trascienden a lo colectivo con el mismo afán de la duda, del desaliento y del agobio: Ana tumbada por el exilio y Oscar, desmoralizado y desalentado por presentes derribados. Bellone la construye por medio de una “literatura fragmentada” que por sus espacios huecos deja filtrar los recuerdos de una historia argentina mediata e inmediata. El ‘yo’ de esta novela, en su endeblez, se fracciona como la historia que filtra desde la memoria, aunque con una prosa más lírica, menos dura a pesar de los momentos dolorosos que se sueltan desde el recuerdo.
Si en Bellone el camino del recuerdo es un viaje desde el exilio hacia el pasado y su forma son las confesiones de cartas, cuadernos y diarios; en Nofal, sin fórmulas líricas, es un viaje de migración geográfica desde las periferias, lugares del campo santiagueño hacia El Bajo de San Miguel de Tucumán, otra periferia, espacio reconstruido internamente desde el adulto, un periodista relacionado con artistas y escritores del medio. Si bien, muestra un campo con las amenazas propias de su naturaleza, el viaje implica otra amenaza, la de la sociedad y de un sistema que descuida y que margina. Es un espacio más peligroso en donde circulan identidades múltiples como producto de estratificaciones sociales variadas.
Ambas novelas, con diferencias estéticas claras, se unen en la irresistible necesidad de volver a la memoria, atravesarla por fragmentos cargados de dolor, nostalgia y desconcierto del presente; ambas le dicen sí a la memoria y dan cuenta de la caída de la utopía de una generación que aniquiló el tiempo de las dictaduras. Sus discursos sostienen que la literatura tiene una función social y con ella mantener viva la memoria y evitar un país de identidades de desmemoriados, por ello, estas “voluntades autobiográficas” vuelven a los orígenes de sus vidas para evitar el borramiento de la esencia del ser, como dijo Italo Calvino1: Devenir sin dejar de ser, ser sin dejar de devenir.

Liliana Massara -Tucumán - Argentina

EDICIONES EL MONO ARMADO - Nuestro criterio editorial

Antes que nada mi agradecimiento a los organizadores, auspiciadores y al infa-
tigable Julio Carabelli por invitarme a participar de este encuentro. Invitación
que valoro especialmente porque no es habitual convocar a editores para estos eventos.
Bien. El escritor llega con el acopio de su material, su obra.
El editor levanta el edificio para que sea habitado por el lector. Y si bien den-
tro de este marco social la edición no es beneficiencia, nosotros creemos que
editar es una inversión cultural, un aporte con objetivo de rédito colectivo.
Nosotros, los Monos Armados sostenemos que el editor es polea de transmi-
sión y no propietario. El texto es producción individual pero su destino es de
apropiación general. Justo sería derrotar esa perversión que significa mane-
jar los bienes culturales como objeto de lucro.
Entendemos también que es hora de honrar el trabajo literario, otorgarle la
dignidad que merece, reconocer los sudores de la imaginación y valorar de
una vez por todas la pasión y la entrega que demanda toda escritura.
El autor debe ser respetado y debe ejercer sus derechos participando del
control tanto de la calidad como de la cantidad tirada.
Nuestro compromiso mayor es con el trabajo creativo, de modo que no trans-
gredimos ética alguna al denunciar como espúreo, atribuirse desde la condi-
ción de editor el dominio y usufructo del producto libro como pertenencia.
sellos hay que en nombre de dudosas distribuciones no ceden al autor sino
una miserable cantidad de ejemplares, casi como una dádiva.
No pretendemos pontificar pero es responsabilidad denunciar conductas re-
ñidas con la honestidad y perjudiciales para los autores.
Oportunamente uno de nosotros(del Mono Armado) sugirió la idea de vencer
esa operatoria que subestima y denigra al escritor, me refiero a la degrada-
ción que significa regalar los libros. Si la producción es un trabajo, la adqui-
sición también debe serlo. Sugerimos ofrecer el libro al menos en un valor
simbólico (en presentaciones, en lecturas,etc) con lo que lograríamos distri-
buirlo al tiempo que actuamos sin regalar. Con estos fondos, reunidos por al-
guien a designar, sumados podría llegarse a constituir la base para encarar la
edición de trabajos meritorios impedidos por problemas económicos.
Desde esta editorial hacemos público nuestro compromiso de atender esto con
el más estricto de los costos y sin cargo alguno por la labor.
La edición de un texto es reconocimiento de valores éticos y estéticos; su difu-
sión, un acto de afirmación cultural, y la lectura, el ejercicio de un derecho
inalienable, el de acceder a un bien nutricio tanto para la cabeza como para el corazón.

Fernando Ramiro Silber - Buenos Aires - Argentina

La autobiografía y la muerte

Es frecuente que la autobiografía se escriba en circunstancias en que se presiente cercana la muerte. La particularidad de esta situación lleva a pensar cómo se interrelacionan los dos términos, partiendo de la idea que la escritura es una apuesta de reafirmación de la vida y una pretensión de trascendencia, no siempre confesada.
En primera instancia pensemos
¿Qué es la muerte?
Esta pregunta insiste en cada sujeto y nos lleva a discriminar entre la muerte propia y ajena.
No sabemos nada de la propia muerte, salvo por la referencia de la muerte de los otros. Dado que mi muerte no tiene una medida común con la muerte del otro, sólo puedo suponer, formular hipótesis, sin ninguna respuesta anticipada al momento que acontece.
Según Emmanuel Levinas
La muerte es partida, deceso, negatividad cuyo destino se
desconoce…es viaje sin regreso, pregunta sin datos,
puro signo de interrogación.* (ob. Cit. pp. 25,26)
Así destaca el autor, la ignorancia respecto a la propia muerte.
Sin embargo, Heiddeger señala que el hombre tiene certeza de la propia muerte, que es la certeza por excelencia, es cierta al punto de ver en ella el propio origen de esa certeza y no en la relación o referencia con los otros.
Es decir que la certeza estaría centrada en la propia experiencia subjetiva. Certeza que cada cultura enuncia a su manera. Al respecto los orientales dicen : Cada uno nace con la fecha de su muerte marcada en la frente, significando de ese modo que ante la muerte no hay nada que hacer. Es una marca de destino. Así como esos escucharemos otros posicionamientos culturales en este encuentro.
Según el planteo de los dos pensadores citados podríamos inferir que hay un saber, al mismo tiempo que un no saber.
¿Qué incidencia tiene el otro en esta dialéctica del saber y su sombra?
La muerte del otro ligado amorosamente a mí, no es conocimiento de segundo grado, porque afecta mi subjetividad, produce fuertes emociones, conmociona mi vida y me interroga sobre mi propia muerte.
En esta interrogación se juega la noción de tiempo y de identidad. Genera en mí la pregunta:
¿Quien soy yo y cual es mi distancia respecto a la muerte del otro?
Cualquiera que en un momento de duelo se haya sentido invadido por la melancolía, sabe por propia experiencia que, a causa de la pérdida de un ser querido, o sea por la pérdida del objeto de su amor, se ve arrastrado a zonas de sombra que sustraen su energía vital, es decir la muerte del otro invade a tal punto, que esa distancia con la muerte del otro se achica, la siente propia. “Anda muerto en vida. Dice de esta situción.
Esas circunstancias llevan a que cada uno se ponga en cuestión, es decir entre signos de interrogación.
Somos materia y lenguaje, cuerpo y psiquis, somos la cultura que habitamos y que nos habita, lo que hace de cada uno de nosotros un ser único, con una fecha de nacimiento, un nombre, una historia particular hecha de los acontecimientos vividos en el propio tiempo de protagonismo. A la vez , cada uno es un ser finito, igual a los demás. Es justamente la condición de finitud lo que me liga y me iguala al otro. El lenguaje popular lo expresa: todos somos iguales ante la muerte.
Frente a ello, el yo se defiende. El narcisimo o egoismo acude a fortalecer la identidad del yo que se ve amenazada de sinsentido, a la vez que ese yo busca la relación con el otro y crea lazos sociales.
En otras palabras, ante la amenaza de sentirse arrastrado ante una pérdida de un objeto de amor, la persona busca afianzarse centrada en sí misma y en su relación con los otros. No salir de esa situación, implica quedar atrapado en una situación de melancolía, o sea, bajo la sombra del objeto perdido sin poder recuperar su energía vital.
Por otra parte, la certeza respecto a la propia finitud motoriza una serie de representaciones y acciones para cubrir la muerte desnuda que se vuelve insoportable ante nuestra propia mirada. Impudicia de la muerta que llama a ser tapada, cubierta, representada, para, por esa vía hacerla tolerable. El no saber no implica ausencia de relación, no dejamos de estar ligados a ella, nunca.
El mandato es vivir muriendo un poco cada día, el mandato es morir de vida.
En el camino de la representación, los artistas, pintores, escultores, escritores de teatro, poetas y pensadores, filósofos, psicoanalistas tanto como científicos han representado la muerte de múltiples maneras. A su vez, las religiones hacen sus propios enunciados en íntima relación con la idea de Dios y el tiempo.
En el decir de Nelly Schnaith,
…Plasmamos figuras, contamos cuentos, colonizamos el espacio
hueco del enigma, esculpimos la memoria de los muertos, creamos
símbolos, entronizamos algunas representaciones comunes que
oficien el exorcismo de lo ignoto y aseguren la ´ilusión de otra vida´
Para ahuyentar el fantasma de la propia muerte, el sujeto ha
sabido fraguar, en cada época, la más bellas o atroces interpretaciones, ha logrado distender por su intermedio, los
más conmocionantes finales. En la ostentación de la muerte
representada ha tratado de disimular, de domesticar la muerte
real. ** (ob.cit. p. 21)
Es decir que todas las culturas han dado cuenta de su relación con la muerte a través de teorías, mitos, ritos, ceremonias y creaciones, a las vez que instituimos, según los tiempos y las sociedades, distintas formas de representarla, para como dice la cita domesticar la muerte real.
Ahora bien ¿por qué escribir una autobiografía?

Autobiografía es la escritura en el que un sujeto toma como referencia su vida para construir su novela histórica. Importa su propia enunciación, su compromiso con la verdad, la relación entre la palabra enunciada y el silencio y su inscripción en el tiempo.
Es la modalidad de escritura que más directamente representa al sujeto en su enunciación y remite a la relación con los otros, o sea a su condición de ser social, así como a sus tiempos y a sus lugares.
El autor de la autobiografía puede ser interpretado como un ser errante, en el doble sentido del término, como un nómade que circula de un lugar a otro de su historia, según dicta su memoria; por otra parte es errante, en tanto comete errores al enunciar su verdad. No puede decirlo todo, tanto porque calla, como porque hay un núcleo de registro inconsciente que es inefable o sea no puede ser puesto en palabras, por cuyos bordes rondan los poetas.
Es decir que la autobiografía se hace de palabra y silencio, de memoria, espacio y tiempo. Todo ello representado por el nombre propio.
Se condensa una vida, se organiza un saber, se consolida un nombre. Básicamente puede interpretarse como la enunciación de un deseo trazado con los caracteres de una identidad y la pretensión de transmitirlo a otros.
Aquí podemos interpretar el porqué de la escritura autobiográfica para el propio sujeto. Decíamos que somos cuerpo atravesados por palabras, consituídos por esas palabras. Al enunciarlas como verdad subjetiva, hay un reforzamiento del yo. Las palabras vienen a apuntalar el cuerpo-psiquis.
Palabras que remiten a una temporalidad y una espacialidad de la propia historia. El que narra es, por un proceso de identificación, esos lugares y esos tiempos a los que alude, es esos fragmentos de cultura que habitó y que los hace presente, al condensar su vida en la escritura. Si la vida amenaza en escurrirse, le opone vida en forma de escritura, crea su propia fortaleza hecha de palabras.
Hace una confrontación temporal entre el tiempo vivido y el reducido tiempo por vivir.
Las memorias de Adriano, escrita por Marguerite Youcernar, si bien ficcional, ilustra esta relación entre la autobiografía y la muerte entre otros aspectos: Sus palabras…Es difícil seguir siendo emperador ante un médico y también es difícil guardar la calidad de hombre… aquí expresa con absoluta claridad lo que enunciaba anteriormente: Todos somos iguales ante la muerte” y en otras palabras he llegado a la edad en que la vida, para cualquier hombre es una derrota aceptada. Decir que mis días están contados no tienen sentido; así fue siempre; así es para todos: Pero la incertidumbre del lugar, de la hora y el modo que nos impide distinguir con claridad ese fin hacia el cual avanzamos sin tregua, disminuye para mí a medida que la enfermedad mortal progresa…dice a su sobrino Marco
(ob. Cit. pp.9 y 10)
Está claro que es un mensaje a otro, que en este caso toma la forma de una larga carta dirigida a quien el emperador elige como heredero. A él le deja
un saber al que accedió por experiencia vital, no sin sufrimiento, que es lo más valioso que tiene. Entrega sus palabras, su mundo simbólico, su vida.
En la autobiografía de Juan Nuri, mi padre, titulada : He roto cadenas, inicia su historia con la presencia de la muerte, como marca fundante, en tanto relata el efecto que el genocidio armenio tiene en su propia historia ya que su padre es el único sobreviviente de su familia de origen. Es decir la muerte , en este caso como puerta para ingresar a la vida y también como puerta a la que se ingresa a la autobiografía.
En la dedicatoria está la síntesis de su mensaje, termina diciendo:
A mis descendientes, esta herencia de amor. De nuevo aquí, en la síntesis que implica la dedicatoria. Deja a sus descendientes, su autobiografía, es mensaje a otros, es entrega de lo más valioso que se tiene, la propia historia y el amor.
Por otra parte las palabras y más aún las escritas tienen posibilidades de trascender el cuerpo cuando muere, seguir vivas para los demás, en tanto leídas, interpretadas, resignificadas. Es decir trascienden al cuerpo que detiene sus funciones vitales.
Dice Adriano en sus memorias: mínima alma mía, tierna y flotante, huésped y compañera de mi cuerpo, descenderás a esos parajes pálidos, rígidos y desnudos, donde habrás de renunciar a los juegos de antaño. Todavía miremos juntos las riberas familiares, los objetos que sin duda no volveremos a ver…Tratemos de entrar en la muerte con los ojos abiertos.
Es su a-dios, sus palabras finales que viajarán más allá del cuerpo. Que trascenderán su propia existencia.
Un escritor japonés Ryunosuke Kutagawa deja su autobiografía a su amigo Kumé Massao para que el haga lo que quiera con ella. Subrayo dos de sus acotaciones: En el manuscrito no hay, al menos conscientemente, ninguna intención de justificarme se refiere a su propio suicidio, que efectivamente acontece después de escrita la carta.
Mención y análisis especial merecen las autobiografías de quienes se suicidan que luchan con la palabra para frenar la muerte buscada, u otro tipo de intenso sufrimiento , como sufre el que padece de psicosis, tal como lo atestigua el famoso caso de Shroeber que escribe sobre su propio proceso de deterioro psico-físico, que Freud toma como material de estudio de la psicosis. O la de Frederike Niztsche, filósofo que en Ecce Homo, repasa su propia vida y obra, después de lo cual enloquece, como queriendo testimoniar desde el mismo límite de su estabilidad psíquica, respecto a su herencia simbólica, que ha dado tanto que pensar. En todos estos últimos casos se evidencia el deseo de testimoniar el intenso sufrimiento, casi como un gesto desesperado de aferrarse al otro y al lenguaje.
Poesía y verdad, es el nombre de la autobiografía de Göethe del cual dice Kutagawa, es un título adecuado para todas las autobiografías, que bien aceptaría la obra de Alejandra Pisarnik, un ejemplo paradigmático de autobiografía poética en la que se manifiesta la tensión entre vida y muerte.
En definitiva, si el desafío de cada uno de nosotros es crear nuestras propias metáforas y si la muerte propia es una certeza absoluta, queda en nuestro haber la vida y lo que de ella hacemos. La autobiografía es tomar la palabra y hacer una entrega, un suspenso sincrónico que condensa la diacronía que venimos siendo.
Lo que vale es el camino. En él escribimos nuestra novela.
Por los motivos expuestos he pensado en la faceta opuesta para realizar un trabajo con mujeres embarazadas, para la estimulación del desarrollo del niño, donde la mamá escribe su autobiografía, en la que canta canciones, crea cuentos con su propia historia, escribe su propia novela personal en un libro artesanal, a la vez que transmite todo su saber en las primeras etapas del niño.
En síntesis, la autobiografía es un recurso para consolidar la vida, que en muchos casos sirve para hacerle barricadas a la muerte.

Obras citadas:
*Emmanuel Levinas “Dios, la muerte y el tiempo”
** Nelly Schnaith, la muerte sin escena, Ed. Leviatán. Bs. As. 2005
*** Marguerite Youcernar, Memorias de Adriano” . Ed. Sudamericana , Bs. AS. 1986
**** Juan Nuri, He roto cadenas,S. M. de Tucumán. . 2003

María Blanca Nuri
Arq/ Psicoa

PERSISTENCIA DE LA MEMORIA

Persistir en la amorosa investigación que nos lleva a los orígenes de nuestra configuración como nación es un desafío que , aún ahora, a medias llevamos cumplido y que requiere de nuestra obstinación permanente.
Descendientes en mayoría de europeos bajados de los barcos, la dualidad en la pertenencia es y ha sido un debate no menor en la construcción del ser argentino y la pregunta es cuánto han contribuido poetas, escritores y ensayistas a mantener vivo este interrogante y tratar de darle respuesta.
En principio es menester preguntarnos cuánto tenemos de extranjeros en nuestra propia tierra, sabiendo que los territorios que formaron los virreynatos de toda la America del Sur estaban habitados por pueblos originarios cuyo grado de cultura superaba en muchos casos los conocimientos de los europeos.
A estos pueblos, que sólo se entregaron cuando la superioridad numérica, armamentista, el engaño y el sometimiento por el tormento los dejó exhaustos en su resistencia, todavía no les hemos pagado la deuda, antes bien la incrementamos con hechos tan terribles como la campaña del desierto, sostén de las políticas económicas de la oligarquia agricolo ganadera y el ninguneo a que los hemos sometido a lo largo de nuestra historia, empeñados a volver los ojos anhelantes hacia las grandes capitales.
Las expresiones artísticas de las culturas originarias fueron desconocidas sistemáticamente por la cultura oficial y reducidas a un rincón en los manuales.
La cultura de Aguada, por citar una ejemplo, la más antigua de nuestro país, de una riqueza comparable a la de los egipcios, está siendo desempolvada al conocimiento general setecientos años después de su período de esplendor y los escasos testimonios que de ella permanecen permiten reconstruir un mapa donde queda expresado el altísimo valor estético alcanzado.
Uno de los registros más antiguos en la provincia de Santa Fe aparece con el nombre de Florian Paucke, un jesuita que, desdeñando un destino más promisorio en la ciudad de Cordoba, se afincó durante 18 años con los indígenas mocovíes de la zona del Rio San Javier, al norte de la provincia.
Rescatamos su nombre a la memoria, por cuanto la misión de los jesuitas en nuestro territorio estuvo muy alejada de la evangelización por la espada, y este austríaco, escritor y músico, fundamentado en el espíritu de la dignidad humana, realizó una tarea de sincretismo cultural que es menester revalidar: comenzó por enseñarles flauta y violín, por transmitir las normas para la fabricación de instrumentos –no des peces, enseña a pescar- por enseñarles tareas del campo para mejorar los resultados y simultáneamente hacía esfuerzos por aprender el idioma de los mocovíes de tal manera que,a su regreso a Europa, luego de la expulsión de los jesuitas , de escribir una extensa obra donde daba cuenta pormenorizadamente de flora, fauna y costumbres de los mocovíes, incluyó un diccionario bilingüe mocoví castellano con mas de 200 vocablos y oraciones con su traducción.
Producida la expulsión del territorio, en 1778, y de regreso en Europa, iniciò Florian Paucke su trabajo, en el que, merced a su memoria detallistas, logrò recrear en detalle la vegetación y la composición del mundo animal de los parajes cercanos a San Javier., aùn a sabiendas de que seria evaluado con recelo por los ambientes del conocimiento. Estos textos, a hoy, son el mas valioso documento escrito sobre condiciones de vida de mocovies y abipones, comunidades que habitaban desde el Rio Salado hasta el Pilcomayo, descriptivo de sus usos, costumbres y creencias y contiene un minucioso relevamiento de los trabajos realizados en comunidad con los indígenas.
Para ilustrar el desatino en las políticas oficiales que parecen ser caractristicas de nuestra formaciòn , basta echar una mirada sobre el momento en que Florian Paucke s e despide de la comunidad: la comitiva estaba compuesta por seis carretas, iba un misionero en cada una, acompañados por seis soldados y un oficial, un soldado por sacerdote (en este punto, cualquier referencia a historias recientes no es casualidad) detrás dos carretas más iban llenas de obsequios que los mocovies prepararon para los misioneros y existia prohibición de hablar con los expulsos. Detrás, una magnifica escolta multitudinaria de mocoviés montados, que acompañaron a la comitiva desde San Javier a Santa Fe y desde allí hasta el entonces Pago de los Arroyos, que no es otro que la ciudad de Rosario, donde el sacerdote, conmovido, logró convencerlos de que regresaran. El cacique Domingo, gran amigo de Paucke, al despedirse dirà en castellano claro, en tono crítico: “¿Sois vosotros seudocristianos o habeis vivido solo con el engaño de defraudar a nosotros? Tened cuidado: yo conozco bien vuestros actos de amistad que nos habeis brindado después que nosotros nos hemos sometido a la cruz, vosotros no nos habéis sometido a la cruz, vosotros nos nos habéis sometido a la espada, nuestros padres nos han dominado con la Cruz del Salvador, por eso NO hemos llegado a ser vuestros esclavos.”
En la persistencia de la memoria cito aquí a un investigador santafesino, Jorge Campana, quien ha rescatado en Ediciones Culturales Santafesinas, la gesta de Florian Paucke.
El historiador Edmundo Wernicke fue el primer traductor de las obras de Paucke, cuatro tomos que llevan por título “Hacia allá y para acá” , que resulta ser la síntesis de una larga frase que fue traducida así: hacia allá fuimos amenos y alegres, para acá volvimos amargados y entristecidos.
Y ésta parece haber sido nuestra genealogìa: atravesar el mar, revulsivo territorio donde se han cruzado en idas y vueltas, las generaciones.
Mucho más acá en los tiempos, se producen en la pampa gringa, las oleadas inmigratorias.
Rusos, alemanes, húngaros, españoles, italianos, sirios, judíos, todas los pueblos de Europa
concentrados en un territorio que apenas excede a la superficie de Italia.
En este tramo de la historia, los poetas de la pampa gringa han sabido extraer los jugos nutricios de su experiencia a campo abierto, plasmándolos en poesìa..
A la mezcla de sabores lingüísticos, al entrecruzamiento heterogéneo de las costumbres, es que se dirigen las voces de los poetas y aquellos pioneros aparecen plasmados en una línea poética que persiste en reivindicar la gesta.
En este punto, la poética de José Pedroni es insoslayable.
José Pedroni naciò en Galvez, un pueblo de la provincia de Santa Fe, en 1899. Su trabajo estuvo enteramente dedicado a reflejar la vida y las historias de los pueblos pequeños de la pampa gringa, atravesadas por el prisma de la poesìa.
Ningún detalle quedò fuera de su observación y exaltación a travès de un lenguaje empeñado en tramar estas historias mínimas con los grandes sucesos de la Humanidad.
Hijo de inmigrantes, laboriosos, hermano entre once, compartiò su infancia y adolescencia con las tareas de albañil al lado de su padre, la asistencia perfecta a la escuela, las lecturas,
los poemas que iban surgiendo desde un surtidor interior y las memorables correrìas por el pueblo, momentos que teñirán gran parte de su discurso poético.
Interesado en la solidaridad, en el bien comùn y en las luchas de los pueblos, es el artista por antonomasia de esa porciòn del territorio santafesino, pero con una voz que trasciende cualquier localización geográfica, para ser universal. El “hermano luminoso” al decir de Lugones sostenìa que “el poeta tiene una función muy importante que desempeñar::sostener el corazón del hombre. Creo que las canciones sostienen màs que las arengas, como los cielitos beligerantes sostenìan el alma del gaucho. El Ave Marìa es un poema de elevación, pues el hombre necesita del canto para vivir. No hay que olvidarse que el poeta es un ser històrico que acompaña al hombre. La poesìa viene de los hontanares del ser y se enoja cuando se hace deliberadamente: el pecado del poeta nace cuando siente la necesidad de decir algo y no lo dice.”

Marisa Chazarreta - Rosario - Santa Fe - Argentina

El Rol del Escritor en la Actualidad

Dentro de qué "actualidad" se ubica el escritor y su rol? Esta sociedad en su gran mayoría está atravesada y avasallada por la famosa globalización, lo que ha colaborado a convertirla en un grupo masificado de personas. Como consecuencias... una pérdida paulatina de la identidad, de las costumbres que nos identifican, pérdida del pensamiento individual y original por lo tanto "crítico". Esa masificación no sólo es propiciada por las políticas mundiales y nacionales, sino también por los medios de comunicación que tienden a formar receptores pasivos, atontados, poco pensantes; por otro lado colabora la educación...contenidos y clases totalmente aisladas de esta realidad, docentes que "dicen" pretender un alumno crítico pero en los exámenes hay que reproducir el punto de vista "enseñado" o sea el discurso del poder y no el propio, o cuando el alumno cuestiona al docente entonces se vuelve poco conveniente. El discurso dice "querer una sociedad crítica" pero en el fondo poco se aceptan las voces críticas y volvemos a la globalización, la masificación, a una sociedad que se ha vuelto ya bastante frívola, individualista, racional y materialista.
Frente a esto cuál debería ser el rol del escritor? En primer lugar creo que debe construirse su propia visión, original e inédita, donde más allá de las influencias, este se despoje de la dependencia a grupos, modas o jugueteos con los espacios de la figuración. Así va surgiendo el escritor como "ser crítico". Pero a eso se le debe sumar otro rol, el de convertirse en un vínculo con la sociedad para romper la masificación, o sea ser un canal a través de su obra, de actividades que pueda generar como Encuentros de Escritores, presentaciones de libros, recitales en diversos medios, etc. Un canal de transmisión de esa visión crítica, por ello no creo que sea un vínculo el "individualismo" ni la "marginalidad", personas que sólo recitan su obra sin escuchar al otro o que están presentes cuando pueden ocupar un espacio como emisores pero cuando hay que ser receptores se notan las ausencias. El rol del escritor en la actualidad también debe ser movilizar desde su propia visión o sea tocar algo en el lector o en el escucha y para eso no es necesario ser un "escritor social". Por los años 60 y 70 se pensaba que el escritor social era el que hablaba del obrero, de la pobreza, de los humildes... pero el concepto se fue ampliando ya que la sociedad está compuesta por varias temáticas o preocupaciones. Creo que no estar al margen de lo que nos rodea es pensar la sociedad y por ello se pueden abordar las temáticas más clásicas o universales como el amor por ejemplo, que siempre será parte de los tiempos y del medio en que vivimos. Movilizar entonces desde cualquier temática pero siempre con un planteo original e inédito, puedo despertar algo en el otro en el plano de lo intelectual o racional, como a mí me pasa con Borges; o puedo tocar una fibra íntima en lo sentimental que desde mi punto de vista es más valioso.
Cuando se toma este rol en todas sus facetas con una decisión certera e inevitable aparece por añadidura el compromiso , una acción más que una palabra, aún con las contradicciones humanas que se presentan. El escritor tal vez deba comprometerse con sí mismo en primera instancia, en total soledad y sinceridad hacer sus propias elecciones y por ende sus consecuencias, a eso le llamo yo "coherencia", decidirse a tomar la literatura y no una pose en la literatura. Después quizá comprometerse con el medio literario que lo rodea, vincularse, escuchar, construir y no seguir reafirmando el individualismo y la frialdad. Si yo me encuentro en una burbuja de aislamiento no puedo pretender que después me "escuchen", me tengan en cuenta o vayan a la presentación de mi libro. Y tal vez la parte más difícil es comprometerse con la vida cotidiana, un escritor en esta época debería ser una voz que no se calla, no juega a los silencios convenientes o a la aceptación sumisa. Se es escritor en todo momento, no sólo frente a una hoja sino frente a la vida, o no es ese el rol? Entonces cuál es el arma o la herramienta que mejor se maneja?... es la Palabra pero comprometida con la acción, la palabra coherente con la vida, la palabra en todo momento es la obra del escritor y es este el que debe ofrecer otra voz en la sociedad.

Alfia Arredondo - San Juan - Argentina

Digo:

Quedan dos grandes vertientes testimoniales en la poesía.
La urbana y la paisajista.
En una el hombre está solo con lo que construyó, sabe que podría destruirlo, pero no está seguro de quererlo o, tal vez, de proponérselo.
En la otra el hombre no puede destruir lo que recibe. El paisaje lo supera. Se incluye, habla y piensa. En ese orden, que la poesía subvierte.
El verdadero refugio de la poesía urbana esta en el sonido.
Poesía urbana que no suena se extingue.
El cemento es, por construcción, sordo.
Propongo:
La balada urbana, refugio de la poesía que sobrevivirá.-
En mi país qué tristeza, la pobreza y el rencor.
Llora el indio su pena y dolor, que es manantial de luz, mojando el Antigal.
A qué le llaman distancia los que no saben amar, sólo están lejos las cosas que no sabemos mirar.
Solía escribir con su dedo grande en el aire:¡¡ vivan los compañeros!!; Pedro Rojas.
Ponme a la grupa contigo y llévame a ser, contigo, pastor.
Que siempre se dice adiós...y una sola vez se muere.
Quien sabe Alicia, este país, no estuvo hecho para ti.
A pesar de tanta melancolía, tanta pena, tanta herida...solo se trata de vivir.
Cuando todo duerma, te robaré un color.
La imagen de tu amor y mi esperanza
Que de un viento errante somos ventarrón.
Y esas ganas, tremendas, de llorar, que a veces nos invaden sin razón.
Soy una astilla de tierra, que vuelve, hacia su antigua raíz.
Náufragos del mundo que han perdido el corazón.
A brillar, mi amor, vamos a brillar, mi amor.
Cuando en la dentadura sientas un arma
Entro en los algodones, como en las azucenas
Que tu corazón su casa, se equivocaba
Mi infancia son recuerdos de un patio
Sentir que es un soplo la vida
El paisaje por mi sangre crece, en mi boca herida cantará.
Cuando estoy triste lijo mi cajita de música; no lo hago para nadie,
solo porque me gusta
Un sueño breve y antiguo como el tiempo,
que los espejos no pueden retratar.
En ésa esquina vos ya estás,
toda de tristeza hasta los pies.
Muerto de ser, harto de andar,
pero sigo creciendo en el sol: ¡¡ vivo !!!
El arrullo de la sierra me complace mas que el mar
Píntale de amor la boca
y en ésa guitarra toca tu son.
Esa nube no paró.
Somos un punto, un punto de luz.
Nada como el tiempo para pasar.
Un amigo nuevo no es lo mismo, pepe, nos quiere por la mitad.
Siempre el coraje es mejor, la esperanza nunca es vana.
El tiempo solo es tardanza.
Brasita negra que lustra la oscuridad.
Rumor de lejanías.
Voy a vivir otra vez,
porque ha salido el sol.
La clave:nada posterior a 1990 apareció citado en los textos mencionados.
Toda poesía, fundamental, es tomada, en algún momento, por la interpretación popular y transmitida en canciones.
José Martí, Blas de Otero, Neruda, Vallejos, Borges, Alberti, León Felipe, Gabriel Celaya, los Goytisolo, Walsh, Tejada, Dávalos, El otro Dávalos ( “me entristece pensar que me pueda morir en alguna primavera, viendo tanto verdor entregarse a la luz, y a la emoción eterna”). También los lectores de Artaud, como Spineta, los oidores de tangos, como Lito Nebbia, los lectores directos y dilectos de Darío, como Tuñón, Manzi, Jose Rodríguez y Catulo Castillo, el tormento de los Discépolo, tan hermanos de Pirandello. José Pedroni, Julio Migno, Héctor Negro.
No se escucha tema musical, con saldo positivo, con persistencia en el recuerdo, donde no esté la poesía puesta al punto de la rima, de la métrica, casi siempre, pero siempre a favor de un testimonio del hombre
Qué hombre...?
El que en la ciudad se desencuentra.
El que en la ciudad añora el paisaje abierto y sabe que jamás.
El que la ciudad tiene devorado, consumido, aplastado y que se redime en la canción:
--“aunque me de la espalda de cemento, me mire pasar indiferente, es esta mi ciudad, esta es mi gente y es el lugar donde a morir me siento”...--
Hay, tiene que estar, cada sitio de encuentro de poetas tiene ese sueño, hoy tiene que estar aquí ésa ensoñación. Aquí el sedimento de donde surgirá el mañana en canciones que cuenten el hoy, el sin embargo, el todavía, la vida en poesía, la poesía con su mas claro sujeto: testimonios. La poesía es testimonio sin transacción.
Tiene que estar ese sedimento, esa ensoñación, en estos días, en el Tucumán.
Por ese sueño somos poetas.
Sin embargo un tajo ha dividido todo lo mencionado, lo citado, lo amorosamente indicado como acumulación de voces con sonido propio. El tajo está en la pérdida del libro, del testimonio, de la audición y la copia.
Desde 1975 al 1983, como antes del 1966 al 1973, se silenciaron las voces, los copistas, los viejos trovadores que—como antes en la lengua de Oc que citan las palabras cruzadas-- iban de pueblo en pueblo, contando endechas. Los mataron, los enmiedaron, los desaparecieron. Desaparecieron y se llevaron la canción testimonial. Nadie se hizo cargo del silencio y se volvió tontería, risa barata, mucosidad sobre el tronco del duraznero. No savia, no néctar. Ruido para llenar la sinmemoria.
No se puede creer lo que no se sabe ni se ha contado. Los que nacieron al sonido, en esos años oyeron ruidos.
Los que nacieron a la palabra no encontraron signos, apenas referencias. Doble en la esquina, hable despacio, piense poco, gire a la derecha, cuidado con los trenes, no escupa en el suelo, haga caso a los chistidos. Eso cuentan, eso cantan, en eso creen.
Nadie lee los ruidos y por eso está vacío—en las canciones—el sitio del poema.
Esta vez no fue una conjura de las internacionales de la música, como sobre 1960, con el Club del Clan y su ataque al tango y el folk ; esta vez no fue por plata, fue un temor de vida. Un aviso de muerte. El aviso alcanzaba para muchos, que se callaron, a otros hubo que matarlos. “Suena la sirena, de vuelta al trabajo...” así nombro a Víctor Jara
Me ilusiono:
No se hasta que punto el tajo ha llegado al hueso y partido la ilusión. No lo se.
Mi esperanza es que de cada cien, de cada mil poemas que aparezcan en estos días uno, uno en mil sea una canción posible para mañana.
Una canción que cuente, testimonie, de fe de la esperanza. Esperanza que a todos nos visita. Es la poesía, es la palabra la que deja, cada día, inaugurado el programa del mundo. Así lo entendimos. Simplemente nos distrajimos.
“ ¿Como fue que no lo vimos, qué estrella estábamos mirando...?”
Deben imaginarse, ya, que no creo en la poesía escondida en los sótanos, la poesía para el misterio, sino la que se sube al misterio, lo hace público, desparrama un misterio poético para todos. Cuando el mundo pide luz no sirve la poesía que goza de su hermetismo y lejanía y, como decía Aimée Cesaire: “es la poesía el punto mas alto, incandescente, de toda revolución”
En lo urbano encontrar la flor sería una propuesta.
En lo socialmente injusto encontrar la canción, la propuesta, el testimonio.
Ni siquiera una exasperada protesta, un aullido, un viento de eternidad. Mucho menos.
Al menos el compañero de un silbido, terco, que debe aparecer otra vez, como el tarareo por cualquier vereda, ya desaparecidos los dos. Esta missing el alma ilusionada.
No hay, en estos días terribles, vergüenza en los hombres nuevos para negarse a una canción, un silbido, un tarareo. Si no lo hacen, si no silban ni tararean una coplilla popular que perdurará no es vergüenza o timidez, es sordera y ausencia de propuesta. ¿Qué silbar, qué tararear...? La fonética de coca cola apenas refresca mejor.
Es allí, en la balada urbana, en el testimonio del que debe, de todos modos, componer el día, donde la poesía tendrá, como antes, que incidir.
Es el último refugio de la palabra propia, la que nos dieran, la que—si no aprendemos a entregarla--nos arrebatarán de la peor manera: Callados, en silencio.
Hay ladrones de palabras. Se sabe hace mucho tiempo, “los ladrones usan gorra gris, saben silbar y bajarse de los trenes en movimiento...” Estos, los ladrones de la palabra, son infinitamente peores a los amorosos ladrones que describía Tuñón.
Cuando se bajen de nuestro tren se llevarán el testimonio. Quisiera que no lo hubiesen hecho, no para siempre. La poesía tendrá un timbrado como en las viejas cartas: “domicilio desconocido”, “no dan razón en la cuadra”.
No podremos culpar a nadie de la muerte. Estaremos callados, viendo la última telenovela, con los derechos autorizados desde la capital del imperio y la lágrima presta. Una música incidental avisará si es la hora de comer...o no.
A nuestro lado los hijos preguntarán el porqué.
No daremos razón, no tendremos domicilio conocido, porque habremos perdido el mejor sitio, el alma popular. Habremos perdido la balada, habremos dejado que se la lleve el olvido a la poesía, que es lo mismo—decir poesía-- que decir la verdadera patria de la palabra.

Raúl Acosta - Rosario - Santa Fe - Argentina