viernes, 11 de enero de 2008

La autobiografía y la muerte

Es frecuente que la autobiografía se escriba en circunstancias en que se presiente cercana la muerte. La particularidad de esta situación lleva a pensar cómo se interrelacionan los dos términos, partiendo de la idea que la escritura es una apuesta de reafirmación de la vida y una pretensión de trascendencia, no siempre confesada.
En primera instancia pensemos
¿Qué es la muerte?
Esta pregunta insiste en cada sujeto y nos lleva a discriminar entre la muerte propia y ajena.
No sabemos nada de la propia muerte, salvo por la referencia de la muerte de los otros. Dado que mi muerte no tiene una medida común con la muerte del otro, sólo puedo suponer, formular hipótesis, sin ninguna respuesta anticipada al momento que acontece.
Según Emmanuel Levinas
La muerte es partida, deceso, negatividad cuyo destino se
desconoce…es viaje sin regreso, pregunta sin datos,
puro signo de interrogación.* (ob. Cit. pp. 25,26)
Así destaca el autor, la ignorancia respecto a la propia muerte.
Sin embargo, Heiddeger señala que el hombre tiene certeza de la propia muerte, que es la certeza por excelencia, es cierta al punto de ver en ella el propio origen de esa certeza y no en la relación o referencia con los otros.
Es decir que la certeza estaría centrada en la propia experiencia subjetiva. Certeza que cada cultura enuncia a su manera. Al respecto los orientales dicen : Cada uno nace con la fecha de su muerte marcada en la frente, significando de ese modo que ante la muerte no hay nada que hacer. Es una marca de destino. Así como esos escucharemos otros posicionamientos culturales en este encuentro.
Según el planteo de los dos pensadores citados podríamos inferir que hay un saber, al mismo tiempo que un no saber.
¿Qué incidencia tiene el otro en esta dialéctica del saber y su sombra?
La muerte del otro ligado amorosamente a mí, no es conocimiento de segundo grado, porque afecta mi subjetividad, produce fuertes emociones, conmociona mi vida y me interroga sobre mi propia muerte.
En esta interrogación se juega la noción de tiempo y de identidad. Genera en mí la pregunta:
¿Quien soy yo y cual es mi distancia respecto a la muerte del otro?
Cualquiera que en un momento de duelo se haya sentido invadido por la melancolía, sabe por propia experiencia que, a causa de la pérdida de un ser querido, o sea por la pérdida del objeto de su amor, se ve arrastrado a zonas de sombra que sustraen su energía vital, es decir la muerte del otro invade a tal punto, que esa distancia con la muerte del otro se achica, la siente propia. “Anda muerto en vida. Dice de esta situción.
Esas circunstancias llevan a que cada uno se ponga en cuestión, es decir entre signos de interrogación.
Somos materia y lenguaje, cuerpo y psiquis, somos la cultura que habitamos y que nos habita, lo que hace de cada uno de nosotros un ser único, con una fecha de nacimiento, un nombre, una historia particular hecha de los acontecimientos vividos en el propio tiempo de protagonismo. A la vez , cada uno es un ser finito, igual a los demás. Es justamente la condición de finitud lo que me liga y me iguala al otro. El lenguaje popular lo expresa: todos somos iguales ante la muerte.
Frente a ello, el yo se defiende. El narcisimo o egoismo acude a fortalecer la identidad del yo que se ve amenazada de sinsentido, a la vez que ese yo busca la relación con el otro y crea lazos sociales.
En otras palabras, ante la amenaza de sentirse arrastrado ante una pérdida de un objeto de amor, la persona busca afianzarse centrada en sí misma y en su relación con los otros. No salir de esa situación, implica quedar atrapado en una situación de melancolía, o sea, bajo la sombra del objeto perdido sin poder recuperar su energía vital.
Por otra parte, la certeza respecto a la propia finitud motoriza una serie de representaciones y acciones para cubrir la muerte desnuda que se vuelve insoportable ante nuestra propia mirada. Impudicia de la muerta que llama a ser tapada, cubierta, representada, para, por esa vía hacerla tolerable. El no saber no implica ausencia de relación, no dejamos de estar ligados a ella, nunca.
El mandato es vivir muriendo un poco cada día, el mandato es morir de vida.
En el camino de la representación, los artistas, pintores, escultores, escritores de teatro, poetas y pensadores, filósofos, psicoanalistas tanto como científicos han representado la muerte de múltiples maneras. A su vez, las religiones hacen sus propios enunciados en íntima relación con la idea de Dios y el tiempo.
En el decir de Nelly Schnaith,
…Plasmamos figuras, contamos cuentos, colonizamos el espacio
hueco del enigma, esculpimos la memoria de los muertos, creamos
símbolos, entronizamos algunas representaciones comunes que
oficien el exorcismo de lo ignoto y aseguren la ´ilusión de otra vida´
Para ahuyentar el fantasma de la propia muerte, el sujeto ha
sabido fraguar, en cada época, la más bellas o atroces interpretaciones, ha logrado distender por su intermedio, los
más conmocionantes finales. En la ostentación de la muerte
representada ha tratado de disimular, de domesticar la muerte
real. ** (ob.cit. p. 21)
Es decir que todas las culturas han dado cuenta de su relación con la muerte a través de teorías, mitos, ritos, ceremonias y creaciones, a las vez que instituimos, según los tiempos y las sociedades, distintas formas de representarla, para como dice la cita domesticar la muerte real.
Ahora bien ¿por qué escribir una autobiografía?

Autobiografía es la escritura en el que un sujeto toma como referencia su vida para construir su novela histórica. Importa su propia enunciación, su compromiso con la verdad, la relación entre la palabra enunciada y el silencio y su inscripción en el tiempo.
Es la modalidad de escritura que más directamente representa al sujeto en su enunciación y remite a la relación con los otros, o sea a su condición de ser social, así como a sus tiempos y a sus lugares.
El autor de la autobiografía puede ser interpretado como un ser errante, en el doble sentido del término, como un nómade que circula de un lugar a otro de su historia, según dicta su memoria; por otra parte es errante, en tanto comete errores al enunciar su verdad. No puede decirlo todo, tanto porque calla, como porque hay un núcleo de registro inconsciente que es inefable o sea no puede ser puesto en palabras, por cuyos bordes rondan los poetas.
Es decir que la autobiografía se hace de palabra y silencio, de memoria, espacio y tiempo. Todo ello representado por el nombre propio.
Se condensa una vida, se organiza un saber, se consolida un nombre. Básicamente puede interpretarse como la enunciación de un deseo trazado con los caracteres de una identidad y la pretensión de transmitirlo a otros.
Aquí podemos interpretar el porqué de la escritura autobiográfica para el propio sujeto. Decíamos que somos cuerpo atravesados por palabras, consituídos por esas palabras. Al enunciarlas como verdad subjetiva, hay un reforzamiento del yo. Las palabras vienen a apuntalar el cuerpo-psiquis.
Palabras que remiten a una temporalidad y una espacialidad de la propia historia. El que narra es, por un proceso de identificación, esos lugares y esos tiempos a los que alude, es esos fragmentos de cultura que habitó y que los hace presente, al condensar su vida en la escritura. Si la vida amenaza en escurrirse, le opone vida en forma de escritura, crea su propia fortaleza hecha de palabras.
Hace una confrontación temporal entre el tiempo vivido y el reducido tiempo por vivir.
Las memorias de Adriano, escrita por Marguerite Youcernar, si bien ficcional, ilustra esta relación entre la autobiografía y la muerte entre otros aspectos: Sus palabras…Es difícil seguir siendo emperador ante un médico y también es difícil guardar la calidad de hombre… aquí expresa con absoluta claridad lo que enunciaba anteriormente: Todos somos iguales ante la muerte” y en otras palabras he llegado a la edad en que la vida, para cualquier hombre es una derrota aceptada. Decir que mis días están contados no tienen sentido; así fue siempre; así es para todos: Pero la incertidumbre del lugar, de la hora y el modo que nos impide distinguir con claridad ese fin hacia el cual avanzamos sin tregua, disminuye para mí a medida que la enfermedad mortal progresa…dice a su sobrino Marco
(ob. Cit. pp.9 y 10)
Está claro que es un mensaje a otro, que en este caso toma la forma de una larga carta dirigida a quien el emperador elige como heredero. A él le deja
un saber al que accedió por experiencia vital, no sin sufrimiento, que es lo más valioso que tiene. Entrega sus palabras, su mundo simbólico, su vida.
En la autobiografía de Juan Nuri, mi padre, titulada : He roto cadenas, inicia su historia con la presencia de la muerte, como marca fundante, en tanto relata el efecto que el genocidio armenio tiene en su propia historia ya que su padre es el único sobreviviente de su familia de origen. Es decir la muerte , en este caso como puerta para ingresar a la vida y también como puerta a la que se ingresa a la autobiografía.
En la dedicatoria está la síntesis de su mensaje, termina diciendo:
A mis descendientes, esta herencia de amor. De nuevo aquí, en la síntesis que implica la dedicatoria. Deja a sus descendientes, su autobiografía, es mensaje a otros, es entrega de lo más valioso que se tiene, la propia historia y el amor.
Por otra parte las palabras y más aún las escritas tienen posibilidades de trascender el cuerpo cuando muere, seguir vivas para los demás, en tanto leídas, interpretadas, resignificadas. Es decir trascienden al cuerpo que detiene sus funciones vitales.
Dice Adriano en sus memorias: mínima alma mía, tierna y flotante, huésped y compañera de mi cuerpo, descenderás a esos parajes pálidos, rígidos y desnudos, donde habrás de renunciar a los juegos de antaño. Todavía miremos juntos las riberas familiares, los objetos que sin duda no volveremos a ver…Tratemos de entrar en la muerte con los ojos abiertos.
Es su a-dios, sus palabras finales que viajarán más allá del cuerpo. Que trascenderán su propia existencia.
Un escritor japonés Ryunosuke Kutagawa deja su autobiografía a su amigo Kumé Massao para que el haga lo que quiera con ella. Subrayo dos de sus acotaciones: En el manuscrito no hay, al menos conscientemente, ninguna intención de justificarme se refiere a su propio suicidio, que efectivamente acontece después de escrita la carta.
Mención y análisis especial merecen las autobiografías de quienes se suicidan que luchan con la palabra para frenar la muerte buscada, u otro tipo de intenso sufrimiento , como sufre el que padece de psicosis, tal como lo atestigua el famoso caso de Shroeber que escribe sobre su propio proceso de deterioro psico-físico, que Freud toma como material de estudio de la psicosis. O la de Frederike Niztsche, filósofo que en Ecce Homo, repasa su propia vida y obra, después de lo cual enloquece, como queriendo testimoniar desde el mismo límite de su estabilidad psíquica, respecto a su herencia simbólica, que ha dado tanto que pensar. En todos estos últimos casos se evidencia el deseo de testimoniar el intenso sufrimiento, casi como un gesto desesperado de aferrarse al otro y al lenguaje.
Poesía y verdad, es el nombre de la autobiografía de Göethe del cual dice Kutagawa, es un título adecuado para todas las autobiografías, que bien aceptaría la obra de Alejandra Pisarnik, un ejemplo paradigmático de autobiografía poética en la que se manifiesta la tensión entre vida y muerte.
En definitiva, si el desafío de cada uno de nosotros es crear nuestras propias metáforas y si la muerte propia es una certeza absoluta, queda en nuestro haber la vida y lo que de ella hacemos. La autobiografía es tomar la palabra y hacer una entrega, un suspenso sincrónico que condensa la diacronía que venimos siendo.
Lo que vale es el camino. En él escribimos nuestra novela.
Por los motivos expuestos he pensado en la faceta opuesta para realizar un trabajo con mujeres embarazadas, para la estimulación del desarrollo del niño, donde la mamá escribe su autobiografía, en la que canta canciones, crea cuentos con su propia historia, escribe su propia novela personal en un libro artesanal, a la vez que transmite todo su saber en las primeras etapas del niño.
En síntesis, la autobiografía es un recurso para consolidar la vida, que en muchos casos sirve para hacerle barricadas a la muerte.

Obras citadas:
*Emmanuel Levinas “Dios, la muerte y el tiempo”
** Nelly Schnaith, la muerte sin escena, Ed. Leviatán. Bs. As. 2005
*** Marguerite Youcernar, Memorias de Adriano” . Ed. Sudamericana , Bs. AS. 1986
**** Juan Nuri, He roto cadenas,S. M. de Tucumán. . 2003

María Blanca Nuri
Arq/ Psicoa

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